Toledo panoramica

Reconozco que cuando leí la noticia de que Toledo es Capital Gastronómica 2016 quedé algo extrañado. Vivir en Madrid y tener familia extranjera implica haber ido más de una (y de dos, tres cuatro… quince veces…) a Toledo. La ciudad, museo al aíre libre sin duda, única por la combinación de culturas e historia, me había dejado más de una vez con mal estómago.

Recuerdo una comida con mi suegro. Un precioso rincón en una plaza, un restaurante con aspecto castellano y camareros bien vestidos de blanco. Pedimos un menú (de los no baratos) y la decepción monumental. Peor se comía en el colegio…

Otra vez, con periodistas del Este de Europa que querían descubrir la ciudad y a los que preparamos un Tour. Fuimos a uno de esos Cigarrales con preciosas vistas y salvo las vistas todo fue un desastre. El vino peleón, el pan con textura de chicle, la carne inmasticable. Al día siguiente, de regreso, revisé con atención la factura de la agencia de viajes que nos había organizado el evento. O eran malos negociadores o nos  inflaron la cuenta a límites insospechados.

De estas malas experiencias, como digo, surge esa extraña sensación al ver la noticia de Toledo como Capital gastronómica del año. Reconozco que es una sensación lógica, merecida, pero también injusta.

Le ocurre a Toledo lo que a muchas otras ciudades que viven por y para el turismo. Son tantos los turistas de paso, tantos los que no volverán jamás, que hay una mala tentación en algunos restauradores de ofrecer comida con precio muy alto y de escasa calidad.

Pero luego hay otra cara mucho más agradable: la de restauradores que buscan productos locales y agradar a una clientela que no está de paso.  Son restaurantes que encontramos en calles menos frecuentadas, o restaurantes que a pesar de poder atraer a público de paso no caen en la tentación de lo fácil y buscan en el arte de agradar una forma de entender un negocio más allá del único y frio indicador del margen que deja el escandallo.

Tras las malas experiencias que he comentado, reconozco que cante un “mea culpa” y dado que las visitas se reproducían hice mi investigación para no cometer de nuevo los mismos fallos. Mi sorpresa más agradable en uno de esos tours de Toledo con la familia política fue en Locum. Un restaurante cercano a la Catedral pero que hay que buscar. Uno de esos sitios que no te encuentras junto a las tiendas de souvenirs. Un restaurante para gente que ha oído de él, o que ha buscado con cuidado atención, o que decide recorrer las calles con tiempo y salir de los ejes principales. Locum es agradable como espacio, pero más aún como atención y como gastronomía.

Pero no ha sido en Locum la única sorpresa agradable; La Ermita, al otro lado del Tajo, fue una de esas fantásticas experiencias también. En este caso la vista, una de las mejores que ofrece Toledo, se “marida” con la gastronomía local.

La perdiz es una de los platos más emblemáticos de Toledo, como también lo es el Ciervo y en los postres los famosos mazapanes.

El mayor potencial de Toledo como centro gastronómico debería encontrarse en su propia historia: una fusión de culturas (Cristiana, judía y árabe) que debe tener su buen reflejo en su gastronomía.

Otras dos opciones, muy diferentes en presupuesto son Alfileritos 24 y Adolfo. El primero es un restaurante coqueto con menú del día muy interesante y una carta en la que tradición y modernidad se dan la mano.  La buena noticia es que no se sale con un agujero en la cartera. Adolfo es un referente en Toledo: gran calidad, una bodega que quita el hipo, y precios elevados.

Mi mayor recomendación para quien haga viaje a Toledo o más aún para quien piense regalar una escapada en Toledo, es que no piense que encontrará un sitio mientras dan el paseo por la ciudad. Gran error. Durante el paseo por la ciudad lo más fácil es que el estómago llame a la cabeza en el momento peor: cuando sólo hay locales “especiales para turistas” a varios cientos de metros a la redonda. Si se valora la comida como parte de la experiencia de la escapada mejor será dedicar diez minutos a elegir el sitio, reservar la mesa y organizar el recorrido de modo que a la hora reservada no estemos demasiado lejos de allí.

Como organizador de viajes en makespain.com ponemos mucha atención a la gastronomía. Nos parece una parte fundamental de un viaje. En una ciudad como Toledo, donde han convivido culturas tan diferentes y ricas, donde nos quedamos asombrados por las calles, las vistas, los monumentos, todo cobra más sentido si la gastronomía acompaña. La escapada resultaría más rica si nos hacemos una idea del legado cultural a través de los platos que saboreamos. No hablamos de comer con los dedos ni de hacer un pastiche cultural forzado, pero sí de ser fiel a los orígenes y tradiciones y traer la cocina moderna a esos orígenes. El estómago tiene una memoria excepcional, y muchas veces los recuerdos de un viaje los decide la mesa en la que nos hemos sentado.

Toledo Catedral

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