alimentacion emocional

«La alimentación física está íntimamente relacionada con la construcción de las emociones y la expresión de los sentimientos. Por eso algunos conflictos emocionales se expresan a través de alteraciones relacionadas con la nutrición. Identificar los estados de ánimo que llevan a rechazar o a deglutir la comida es el camino para superar determinados desórdenes de la alimentación y para restablecer una relación amorosa y equilibrada con nuestro propio cuerpo»

«CUANDO EL ESPÍRITU SE SILENCIA, EL CUERPO HABLA; cuando nuestra boca no pronuncia lo que sentimos, traga para aliviar la tensión emocional. Detenermos a pensar lo que nos ocurre, y ponerle palabras, puede ayudamos a contener el ansia de comer»
Isabel Menéndez

¿Por qué a veces nos atiborramos de comida y otras cerramos la boca y nos castigamos? ¿Cómo influyen nuestros estados de ánimo en el tipo de alimentación que llevamos? ¿Qué ocurre cuando estamos ansiosas, enfadados, tristes o enamorados con nuestra dieta?

«Alimentación emocional. La relación entre las emociones y los conflictos con la comida» es un libro que explica cómo se relaciona nuestra mente con nuestro cuerpo. La autora es Isabel Menéndez, psicóloga, psicoanalista, escritora y divulgadora en revistas (en Mujer de Hoy tiene un famoso consultorio desde hace años).

Más allá de problemas alimenticios como anorexia, bulimia, obesidad, ansiedades, etc., las reflexiones de este libro sobre cómo la alimentación también puede tener la capacidad de acallar conflictos psicológicos que no podemos expresar, son interesantes para cualquiera de nosotros.

Rescato un artículo antiguo de Isabel Menéndez publicado en la revista Mente Sana nº 17 para que seamos más conscientes de lo que puede esconder nuestra forma de comer y lo resolvamos:

La alimentación emocional se compone de todos aquellos afectos que recibimos desde el principio de nuestra vida y con los que tejemos el entramado de deseos, fantasías e ilusiones que nos constituyen como seres humanos.

En ocasiones, los conflictos emocionales se expresan por medio de múltiples alteraciones con relación a la comida. La alimentación física y la emocional están íntimamente relacionadas en cada uno de nosotros. La alimentación emocional afecta -cuando no determina- la alimentación física.

Nuestra vida afectiva se expresa también en el modo en que tratamos los alimentos. El acto de alimentarse está íntimamente ligado, desde los primeros momentos de la vida, a la construcción de las emociones. Casi todos los conflictos de nuestro mundo interno tienen un reflejo en el modo en que nos alimentamos. Podemos intentar compensar, con excesos o defectos de la comida, un vacío insoportable, más ligado a necesidades psíquicas que biológicas.

HAMBRE Y AMOR

Hoy, los conflictos que giran alrededor de la comida se han convertido en un fenómeno masivo. Los estudios indican un aumento constante de la anorexia y la bulimia. Crece la preocupación por el aumento de la obesidad infantil. Pero lo que está en juego en estos trastornos no es el organismo biológico sino algo que afecta a la subjetividad y que es de orden psicológico.

Las dos necesidades básicas del ser humano, según decía Sigmund Freud, son el hambre y el amor. El hambre se satisface con el alimento; el amor cumple nuestro deseo de ser alguien para otro. Si no se es capaz de satisfacer el hambre, muere nuestro cuerpo; sino se puede amar, el deseo de vivir desaparece y la tristeza nos invade. Alimento y afecto se entremezclan desde el principio de nuestra existencia.

La comida se inscribe en el terreno de la necesidad biológica; el amor, en el ámbito de los deseos que precisamos para sentirnos bien con el otro y con nosotros mismos. El amor nos hace humanos y somos capaces de sentirlo cuando reconocemos al otro como diferente, cuando hemos organizado nuestro psiquismo y hemos elaborado una subjetividad propia. Se aprende a comer y se aprende a amar.

Las dificultades con la alimentación son una manera de expresar sentimientos que no pueden ser dichos, así como un modo de exteriorizar emociones que no pueden ser reconocidas o afectos que, desde nuestro inconsciente, intentan manifestarse.

La práctica sistemática de regímenes alimenticios puede estar al servicio de una necesidad de castigo, más que de una idea de protegerla salud. La obesidad puede representar el amor a otro y una forma de desamor hacia uno mismo, escondiendo una vinculación patológica con alguien.

Negarse a comer puede ser un intento de afirmarse internamente o una forma de expresar que la vida no tiene sentido si falta el alimento afectivo; puede esconder una tristeza o bien puede ser un modo de llamar la atención. Comer de forma compulsiva y descontrolada sirve, por lo general, para aliviar la angustia que se siente.

Desamor, abandono, culpa, rabia, celos, rivalidad, angustia o tristeza son algunos de los sentimientos que pueden estar intentando expresarse a través de los conflictos que se tienen con la alimentación.

Cuando el espíritu se silencia, el cuerpo habla; cuando nuestra boca no pronuncia lo que sentimos, traga para aliviar la tensión emocional. Detenermos a pensar lo que nos ocurre, y ponerle palabras, puede ayudamos a contener el ansia de comer.

CONFLICTOS CON LA COMIDA

Las luchas internas son acalladas con frecuencia a base de llenarnos la boca de comida para no pronunciar palabras cuya carga emocional puede asustarnos; palabras que se refieren a cosas que no nos permitimos sentir. La boca que se cierra y se abre a la comida es la misma boca que quiere hablar. El orificio por el que penetran los alimentos es el mismo por el que salen las palabras.

Con la comida conseguimos rebajar una tensión que nos molesta. El lenguaje está lleno de referencias a esta mezcla entre sentimientos y alimentación: `No me lo puedo tragar», refiriéndonos a algo que rechazamos; «se me revuelve el estómago«, cuando sentimos asco por algo; «tengo mariposas en el estómago», cuando tenemos angustia.

La comida cubre nuestra necesidad biológica pero también evoca nuestros deseos vitales, deseos que se inscriben en nuestro mundo interno, en nuestra subjetividad. Necesitamos comer para no morir y deseamos comer para vivir. Cuerpo y mente, hambre y amor, se complementan y se acompañan mutuamente. Lo psíquico y lo somático se encuentran interrelacionados. ¿Conocemos estas interrelaciones o escapan a nuestro conocimiento?

Todos llevamos dentro un extraño que nos acompaña. Vivimos como si nos conociéramos, como si supiéramos bien cómo somos, pero no es así. Muchas veces nos comportamos de forma que, hasta para nosotros mismos, resulta misteriosa. Estamos habitados por un extraño que se ocupa de que se nos olviden cosas, que nos hace soñar, que nos hace comer más de la cuenta o que nos deja sin hambre porque nos invade con otras preocupaciones.

En nuestra relación con la «alimentación emocional», nos comportamos en ocasiones de forma contraria a la que nos gustaría. Así como a veces amamos a quien nos perjudica y no amamos a quien nos trata bien, en ocasiones comemos cuando no queremos hacerlo, mientras que, cuando debemos comer, no podemos. La voluntad y la razón se agotan ante atracones o inapetencias que no podemos dominar. El psicoanálisis llama «inconsciente» a este extranjero que vive dentro de nosotros y que determina nuestros más íntimos deseos.

LA DESPENSA IMAGINARIA

Deseos, fantasías, carencias, sueños, ilusiones, afectos, ideales… De todos estos materiales se alimenta nuestra mente. Nuestro psiquismo está formado por un mundo en el que se interrelaciónan permanentemente las emociones y los pensamientos.

Cuando nos sentimos bien con nosotros mismos, aceptamos también nuestros cambios vitales y, sobre todo, aceptamos nuestras carencias y dificultades. Ello es posible porque estamos bien alimentados desde un punto de vista psicológico.

Cuando nuestra despensa imaginaria contiene los ingredientes necesarios para no pasar «hambre de amor» es como cuando nuestra nevera se encuentra razonablemente provista de los ingredientes necesarios para alimentar el cuerpo. Nuestro nivel de salud mental será equiparable entonces al de la salud física porque habrá un equilibrio entre lo que queremos y lo que conseguimos, entre cómo somos y cómo deseamos ser.

Nuestras fantasías, sueños y deseos tendrán unas proporciones adecuadas, lo que significa que hemos llegado a amar no sólo nuestra fuerza sino también nuestras debilidades.

Si, por el contrario, mantenemos luchas internas por la distancia entre lo que queremos y lo que conseguimos —si nuestra subjetividad sufre; si no hemos conseguido elaborar nuestra historia afectiva—, es posible que nuestra despensa imaginaria se halle mal equipada. Quizá nos falten ilusiones o sueños, quizá se nos estén agotando las reservas de deseos y, en cambio, nos sobren carencias y tristezas. Entonces no será raro que intentemos tapar ese vacío interno saciándonos de comida.

Cuando aparecen problemas con la comida, convendría reflexionar sobre qué estado de ánimo nos provoca el hambre o la inapetencia; qué deseos, ambiciones, decepciones o fantasías se ocultan tras esos actos que nos llevan a deglutir o a rechazar el alimento. Es inútil perder el tiempo y las energías controlando obsesivamente la dieta, cuando el peso del conflicto se desarrolla en el mundo de los afectos.

DESCUBRIR EL ORIGEN

La mejor receta para averiguar algo de lo que nos pasa con la alimentación, en caso de tener conflictos con ella, es pensar qué tipo de ansiedades nos llevan hacia la comida. Qué es lo que estamos sintiendo cuando nos apetece salir corriendo a abrir el frigorífico y qué conflictos podemos estar escabullendo. Hay que investigar en la historia afectiva que hemos vivido.

Todas las edades son susceptibles de padecer conflictos. Por ejemplo, cuando un bebé vomita, si estos vómitos son repetitivos y no tienen causa orgánica, señalan que la madre no puede comunicarse con su bebé debido a la angustia o a una preocupación que no le deja hacerse cargo de la relación de forma relajada. En este caso, lo que el bebé rechaza no es la comida sino el modo de dársela de la madre, que puede que esté angustiada o sobrecargada con la tarea de alimentar a su hijo.

Cuando un adolescente comienza a tener problemas con la comida, suele ser porque está intentando controlar algo de su crecimiento que le trae conflictos. Escucharles e intentar mejorar la comunicación con éllos puede ser el alimento más adecuado para esos momentos.

Web de Isabel Menéndez

Venta online del libro «Alimentación emocional» y otros de esta autora

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Y para quien quiera profundizar más en estos temas pero en una línea de alimentación energética y no psicológica, recomendamos el libro de Montse Bradford «Los Alimentos y las emociones» porque además de indagar en los estados de ánimo y la alimentación, nos ofrece consejos y recetas sanas para cada uno de ellos.

Aquí entrevista y artículo al respecto.

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