«Los urbanos que han cambiado la ciudad por el campo ya suponen el 17% de la población rural»
«La calidad de vida en los pueblos no está reñida con la prosperidad de nuevas empresas»
«Si tienes una web, da igual estar en un pueblo perdido de las Alpujarras que en Nueva York»
«Este tipo de negocios por internet lavan la cara al término rural: ya no es solo el concepto del agricultor, el ganadero o la señora que hace cestos. LO RURAL TAMBIÉN PUEDE SER SINÓNIMO DE MODERNO».
Entre los 50 y los 70 el modelo de desarrollo en boga hizo que muchos pueblos no pudiesen ofrecer una vida digna a sus vecinos y los arrojasen a las ciudades y las industrias de la época. Éstos volvían en vacaciones y aunque España se despobló, se mantuvo la nostalgia de lo rural.
Los tiempos han cambiado completamente, el neoliberalismo ofrece sobrevivir a un alto precio personal, muchas ciudades se han convertido en lugares hostiles, ruidosos y fríos y la crisis ha derrumbado la promesa de un sueldo = hipoteca = vida de teleserie.
Los pueblos olvidados están resucitando y los hijos de aquellos emigrantes están volviendo para hacer las paces con la tierra que echó a sus padres. Jóvenes, sobrádamente preparados, y en muchos casos desertores del Sistema, buscan poder establecerse y mayor calidad de vida –filosofía slow, vivir con menos y mejor, simplicidad, priorizar los objetivos vitales-.
Antes la agricultura, la ganadería o ser hippy-artesano eran las únicas opciones posibles, hoy no. Gracias a las tecnologías, al espíritu emprendedor de los nuevos habitantes y a la necesidad de espabilarse, están surgiendo negocios prósperos, modernos y conscientes que consiguen que los talentos de sus creadores puedan desarrollarse, permiten que la gente se quede en los territorios y generan progreso a su alrededor.
España no es precisamente un país de emprendedores (solo un 3% de los jóvenes españoles se autoemplean frente al 65% de los jóvenes estadounidenses y el 40% de los europeos) ni de neorurales (en Francia ya son un 2% de la población) ni un paraíso de empleo femenino, pero unir esos 3 ingredientes es posible con voluntad e ilusión.
La revista Mujer de Hoy publicó en agosto 2011 un artículo con la experiencia de 3 mujeres con proyectos exitosos en plena naturaleza titulado «EL CAMPO TAMBIÉN ES COOL«.
Unas historias inspiradoras que demuestran que cada uno podemos encontrar nuestro camino, con más o menos glamour…
Este es el artículo:
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A Claudia Móller, una historiadora argentina que llegó a España para hacer el doctorado y acabó enamorándose del país, un amigo le dijo una vez: «No eres español hasta que no tienes una casa en un pueblo».
El comentario era en tono de broma, pero ella cree que esconde cierta verdad. Y el caso es que la idea de vivir en un núcleo pequeño, sin tráfico ni aglomeraciones, rodeada de naturaleza, le atrajo. Ni corta ni perezosa empezó a buscar «su» pueblo, y lo encontró a menos de 10 kilómetros de la ciudad de Salamanca, pero a años luz del trajín urbano. «El autobús pasa tres veces al día y no hay establecimientos. Si quieres comprar pan, esperas a que pase el panadero, que viene cada día; igual que el carnicero, el pescadero… cuenta. Para ella, era el lugar perfecto donde instalarse, así que compró una casa para restaurarla y fue entonces cuando se topó con un pequeño tesoro: una antigua bodega romana subterránea en estado bruto.
«Llamé a un amigo arqueólogo y, tras echar un vistazo, contactamos con la Junta de Castilla León, que la dató en el siglo III»; cuenta esta profesora de universidad de mente inquieta, quien después de darle algunas vueltas a la cabeza decidió emprender un proyecto inexistente hasta entonces en España: Vinarius, una guardería de vinos donde los clientes pueden conservar sus botellas en las condiciones idóneas, y que además acoge otras actividades aprovechando el entorno rural donde se ubica. Hoy, cinco años después de aquel «chispazo», como ella llama al momento de inspiración que dio con la forma de cubrir una necesidad, son muchos los que por fin sitúan Castellanos de Villiquera en el mapa. Entre ellos, conocidos políticos y empresarios que encontraron un glamuroso lugar en pleno corazón de la comarca de La Armuña.
No son los únicos que ven en la vuelta a lo rural una opción atractiva. Ese colectivo que encuentra en los núcleos pequeños y apartados un paraíso en toda regla es cada vez más numeroso. Como muestra, un dato: de acuerdo con un estudio de la Fundación La Caixa, los neorrurales -urbanos desencantados que han cambiado la ciudad por el campo- ya suponen el 17% de la población rural.
Iniciativas emprendedoras
Entre esos que dejaron la urbe por el aire fresco están quienes se empeñan en demostrar que la calidad de vida de un núcleo rural no está reñida con negocios prósperos y modernos que nada tienen que ver con cultivar hortalizas o dedicarse a la ganadería.
Por ejemplo, Claudia Móller, que el año pasado se hizo con el premio de excelencia a la innovación para mujeres rurales que otorga el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. O Rosa Moreno, una diseñadora que después de estudiar en Madrid, Londres y Milán decidió liarse la manta a la cabeza y montar su negocio en un pueblo de Cáceres, Navalmoral de la Mata, creando desde allí alta costura y «prét á porter» con materiales ecológicos y producción artesanal. Al principio, cuando iba a las ferias de moda, me preguntaban: ¿En Extremadura hacéis esto?» Me vino incluso bien como promoción, porque a la gente le sorprendía», dice Rosa, la diseñadora que acaba de iniciar su expansión internacional tras asistir a ferias como Bread and Buffer, The Brandery, SIMM o Pret a Porter Paris. Aunque viaja constantemente, Rosa Moreno no piensa mover su cuartel general de Navalmoral.
Igual que Nohemí Hornero, una de los 2.800 vecinos de otro pueblo cacereño, Losar de la Vera, el mismo que abandonó con 13 años y al que regresó como empresaria montando un negocio de diseño en cristal que se encontró con muchos obstáculos en Madrid»
Aquí, por el contrario, no te ven como un número, y eso, a la hora de realizar cualquier trámite administrativo, tiene muchos beneficios porque se vuelcan contigo«, comenta.
Aliadas con la tecnología
Ella, al igual que Rosa Moreno, forma parte de Artemur, una plataforma para las mujeres rurales emprendedoras puesta en marcha por la Unión de Pequeños Agricultores (UPA). Su objetivo es fomentar el uso de las nuevas tecnologías como canal de comercialización y distribución de productos artesanos del mundo rural. Y lo cierto es que ninguna de las emprendedoras rurales niega que internet les ha abierto una enorme puerta. A través de la Red llegan a cualquier punto del globo sin necesidad de una gran inversión. Por eso, Nohemí Hornero montó una segunda empresa.
«Me di cuenta de que en esta zona había un montón de empresas a las que el comercio electrónico les iría de maravilla, y al final me pasaba casi más tiempo asesorando acerca de ese tema que fabricando mis piezas, así que decidí crear una empresa de servicios para comercio electrónico. Hoy en día, sin una web estás perdiendo mucho mercado. Sin embargo, si la tienes, te da igual estar en un pueblo perdido de las Alpujarras que en Nueva York», explica.
Y aunque a los extranjeros les cueste pronunciar Castellanos de Villiquera, Navalmoral de la Mata o Losar de la Vera, el caso es que unos cuantos ya han estableciedo conversación con los lugareños preguntando por el negocio en cuestión. Cosas de las nuevas tecnologías. Pero sobre todo, de estas tres mujeres con iniciativa que no hicieron caso a los que les decían que lo rural siempre va asociado a dificultad. El tiempo les ha dado la razón.
«En el mundo rural se puede montar una empresa de alta calidad y con glamour»
Claudia Mótier, 44 años. En Castellanos de Villiquera (Salamanca), ha puesto en marcha Vinarius, la primera guardería de vinos de España.
Aprovechando que teníamos unas bodegas romanas maravillosas, surgió la idea de crear una guardería de vinos donde fuera posible mimarlo, donde las botellas pudieran permanecer en silencio a la temperatura adecuada y en las condiciones idóneas de humedad y ventilación, hasta el momento de su consumo. Además, sería una excusa para aprovechar otro espacio dentro de la misma bodega donde podemos hacer desde un concierto de arpas que se celebre mientras se degusta el vino hasta visitas a la bodega que luego incluyan una ruta en todoterreno por la zona, por poner dos ejemplos recientes. Lo que quería era ofrecer exclusividad a un precio asequible, al tiempo que intentaba desarrollar el mimo hacia el vino. El negocio está yendo mucho mejor de lo que nosotros mismos imaginábamos. La comarca se acaba dinamizando y también sirve para romper con la idea de que el mundo rural es sembrar patatas y cosechar, que se puede montar una empresa de alta calidad, con cierto glamour y cuidando los detalles».
«Este tipo de negocios demuestran que lo rural puede ser moderno»
Rosa Moreno, 35 años. Tiene una firma de alta costura y «prét á porter» en Navalmoral de ta Mata (Cáceres).
La moda lleva en crisis más de 10 años, así que pensé que tenía que ofrecer un producto que se saliera de lo convencional y con una calidad que no encuentras en las grandes empresas que importan todo desde los países asiáticos. Mi idea fue ofrecer diseños distintos con un patronaje muy cuidado, artesanal, y con materias primas 100% españolas. Aunque me veía más en Madrid, Barcelona o incluso Italia, me di cuenta de que para mí era más fácil instalarme en Navalmoral, donde ya conocía talleres y proveedores. A nivel internacional les da igual dónde estés porque internet te abre a todo el mundo y agradezco mucho las ventajas: poder comer con tus amigos sin planearlo con tres días de antelación, olvidarte si quieres del coche… Además, creo que este tipo de negocios lavan la cara al término rural: ya no es solo el concepto del agricultor, el ganadero o la señora que hace cestos. Lo rural también puede ser sinónimo de moderno».
«En una mañana, una agente de desarrollo local me resolvió todo el papeleo»
Nohemí Hornero, 28 años. Montó en Losar de la Vera (Cáceres) Alabaz Glass, una empresa de diseño en vidrio.
«Vivía en Madrid desde los 16 años y no me veía volviendo a Losar de la Vera, porque tenía toda mi vida en la capital. Después de estudiar Bellas Artes y pasar un tiempo trabajando en una multinacional, me quedé en paro, y para mantenerme activa, hice un curso en la Real Fábrica de Vidrio de La Granja de San Ildefonso. Primero intenté montar mi negocio en Madrid, pero me pasé dos semanas dando vueltas sin conseguir nada. Ya estaba desechando la idea cuando vine un fin de semana a Losar, hablé con una agente de desarrollo local y en una mañana ella me resolvió todo el papeleo. Casi tenía más ilusión que yo, así que no podía echarme para atrás. Ocho meses después abrí mi taller de vidrio y ahora recibo pedidos de todo el mundo. Me sorprendí porque, aunque nací aquí, tenía otra idea de lo rural. Pero resultó que también hay sitio para este tipo de iniciativas, y con la ventaja de poder mantener una calidad de vida que no tiene precio».
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